Mi pulmón derecho, levantó en parte, y según los médicos lo seguiría haciendo. Por esta razón me dieron de alta, aunque debía ir a los consultorios externos para hacerme controles. Supuestamente, tenía que ir en un mes, y pese a todo fue lo que hice, de otra manera.
En aquel momento, lo tomé como un mal trance que ya había pasado y me había servido para dejar de fumar. Todo lo que quería era retomar el ritmo normal de mi vida, aunque este no fuera el más promisorio.
Cuando Mariana y Sebastián se enteraron, le avisaron a Elizabeth. Ellos habían llamado a casa con cualquier razón y se llevaron tremenda sorpresa. Vinieron a visitarme, como tantos otros que quizás estoy olvidando mencionar. A veces se me mezclan quien me visitó en ambas internaciones y quien recién se enteró en la segunda.
El chiste de “casi irse al otro lado”, “cerca del arpa” y otras referencias necrológicas fue común en aquellos días. Nada me esperaba como lo que luego sucedió. Ocho días que me sacudieron y me dejaron en un shock soporífero. El dejar de fumar, como relaté en el episodio de la guardia, fue una decisión firme. Claro que a esa firmeza había que ayudarla. Ganas de fumar tenía constantemente. Pero entre la enfermedad, de la cual se sospechaba culpable al cigarrillo y que dentro del hospital no podía fumar, ayudaron a apuntalar mi determinación. Reemplacé un vicio con otro. Cada vez que la abstinencia de nicotina me atacaba, me iba a tomar un café a la maquina del pasillo, cerca de los ascensores. Algunos usan caramelos, pero a mi me funcionó el café.
Al salir de alta, no reaccionaba con lo que había pasado, excepto en lo de dejar de fumar. Finalmente, todo fue quedando atrás en dos semanas y lo único que veía delante mío era retomar el ritmo normal. Lamentablemente, las cosas no sucederían de esa manera. Pero antes de ir a eso. Queda mencionar dos hechos, los cuales cobran mucha importancia ante lo sucedido. El primer día fuera del hospital me encontré con dos promotoras que repartían folletos y calcomanías del día del aire puro. El día siguiente a que me dieran de alta. Hecho que parece propio de la DDI, Dimensión Desconocida Ichinén. Por lo cual, considero que ese otro blog es solo una extensión y a veces continuación de este “Lado Oscuro”.
El segundo hecho, fue uno o dos días después de este, el primero que me reintegraba a RVR. Germán me mandó a retirar un cheque de Yankelevich a la casa de este hombre. El trabajo que haría Mateo, recuerdo que comentó, otra referencia no de muy buen augurio. Volviendo de ello, me detiene un flaco en la puerta de un bar de avenida Cabildo y me propone hacer una encuesta. Como no estaba apurado y me sobraba el tiempo, accedí. Subimos al piso superior del bar y me encontré con una hilera de mesas juntas donde, como si fuera un estrado, se encontraban un hombre y dos mujeres con un montón de papeles. El hombre y una de las mujeres estaban fumando en ese momento. Al verlos, me asaltó un pánico tal, que me eché un paso atrás. No quería estar en ese ambiente viciado, simplemente no quería ni ver eso de cerca. En parte por si me hacía mal y un poco por si me daba ganas.
-No puedo quedarme, no me puedo quedar.-lancé como si hubiera visto gente muerta al mejor estilo “Sexto sentido”.
El flaco no entendía nada, pero me acompañó de nuevo por la escalera. Salí a grandes zancadas de ese bar, nervioso y casi temblando. Al tomar el subte me tranquilicé y examiné mi accionar. Me sorprendió a mi mismo mi conducta, como si otro hubiera hecho aquello. No le conté a nadie cuando llegué a RVR de lo sucedido. Y si luego lo relaté a alguien, fue una versión mucho más suave de como la sentí en aquel momento. Ese trance había terminado para mi. Ahora lo único que me importaba era seguir con mi trabajo y mi estudio, pero descubriría más tarde, en ese también me esperaba otra lucha.